Ya bien lo platicaba el máster Arturo Jauretche; que una patada en los merititos güevos, y en el momento en que se requiera arrimarla, puede dar más enseñanza sobre la realidad que chutarse una pinchi biblioteca repleta de libracos.
El destino no es totalmente ineludible, pero en la vida existen brechas por donde se llega más pronto al punto de encuentro con nuestras prioridades existenciales. Y también por los atajos —como dice el Sabinón— se llega al infierno.